sábado, 26 de marzo de 2011

DESPERTAR Y REZAR

Soy la única mujer de seis hermanos, fui criada en colegios católicos y Dios siempre ha sido una parte muy importante en mi vida. Antes de cumplir 5 años, viví un terremoto que azotó a mi país, eran pasada las 8 de la noche de un viernes por allá en los 60`. Nuestra casa estaba ubicada detrás de la iglesia del pueblo, era un caserón, con paredes de caña amarga y techo de bahareque, un gran patio en el medio, rodeado de corredores, las habitaciones, la cocina, baño, y un largo pasillo que daba a la calle al que llamaban zaguán.  No recuerdo como comenzó, lo que puedo recordar fue cuando comenzaron a moverse los muebles y mi papá con mis hermanos y una tía salían corriendo, mi mamá me tomó de la mano y en eso... se fue la luz, corrimos tratando de hacernos paso entre lo muebles pero ella tropezó con uno y caímos, solo podía escuchar a mi mamá rezando.
Una vez afuera, se percataron que Ines, la que había sido nana de mi mamá y ahora nuestra abuela postiza, una morena colombiana de Cartagena, anciana, dulce y severa a la vez, no había salido con nosotros y aún se encontraba en su habitación, al final de la casa. Mi papá se regreso para buscarla, porque había un detalle, ella era ciega, cuando mi padre llegó a la habitación estaba de pie con los brazos estirados hacia el cielo rezando, ambos salieron con la prisa que el momento les permitía y estuvieron a salvo.
Comenzó a llover, todos nos cubríamos con mantas en medio de la plaza cercana, luego de un rato, ya lo más difícil había cesado, sin embargo no podíamos volver a la casa, parte había quedado tapiada por las paredes que había caído sobre los muebles y sobre las camas de mis hermanos...
Mis padres siempre acostumbraron que  teníamos que acostarnos temprano para ir al colegio, por lo que la norma era: todos los días a las 8:00 p.m, teníamos que estar en cama; particularmente ese día, por vía de excepción le permitieron a mis tres hermanos mayores quedarse en la sala viendo la única televisión en casa, y como explique sus camas quedaron totalmente cubiertas de escombros de las paredes y parte del techo que había caído, desde ese día esa regla había cambiado para siempre, y el horario comenzó a ser un poco más flexible.
Esa noche dormimos en mantas en el piso de una vecina de la abuela, y con la luz del sol, todo comenzó a cambiar, como éramos damnificados, nos asignaron una pequeña y hermosa casa en una bonita urbanización a las afueras del puedo, donde vivimos felices por mas de 20 años, pero, esa, es otra historia...
Desde ese día... han pasado más de 40 años y aún conservo la costumbre de rezar cada noche y al despertar agradecer a Dios por darme el regalo de un nuevo día.

2 comentarios:

  1. claro que soy yo!! No imaginas lo feliz que me hizo tu saludo en mi blog.
    Hace algún tiempo un amigo de Caracas estuvo tratando de encontrarte a mi pedido, aunque sin suerte. Lástima que no dejaste una dirección donde escribirte. Podrías hacerlo tú? sergio@chifflet.com

    ResponderEliminar
  2. Me encanta tu dulzura y transparencia. He vivido cada imagen como si hubiese estado contigo. Gracias

    ResponderEliminar